
Por Atenea Maurtua
Ha cumplido recién treinta y seis. El número tres y después el seis encima de la torta frente suyo le recuerda que cada año es diferente, no sólo en sabores sino también experiencias. El año anterior fue maracuyá, hoy es un agrio chocolate. Antaño —la nostalgia se materializan siempre después de la seis y media de la tarde— las noches eran más largas, de madrugadas vibrantes; Olivia te llamas; así dice en el pastel, acompañada por esa figura alta y de vientre prominente que cuando pasa por las calles suelen decirle Gilberto, que él canta desganado el Happy Birthday, después seguiría el saludo hipócrita, repartir la torta, lavar los servicios, alistar la mochila y cuernos para la clase de Willy. ¿Ahora qué eres? ¿Olivia más treinta y seis?, y en la juventud uno sentía correr la libertad en las mañanas al recordar que la única panza para alimentar era esa cintura que tanto presumías con tus amigas, en las fiestas de fin de semana, el ombligo desnudo y ese piercing travieso que te hiciste a los quince años, tu mamá te había tirado con palo. Ahora, cada vez, te has ido envolviendo de ropas más anchas y largas, de viejas y señoras madres. “Soy madre, pues”, y se ríe, pero es una risa que súbitamente frente e invita a la reflexión, el sonido de las cuerdas vocales le hacen recordar también que aquellas dulces palabras que gustaban de escuchar el novio y las amigas en el karaoke de jirón Cartagena se había transformado en un ronquido exasperante, un bramido, casi un aullido. Fuera quizá que después de las burbujas doradas que todas las tardes su marido saborea, entre los recovecos húmedos, raspando la suela de aquel viejo zapato en la ruinosa pisa, arrastrándose, dejándose devorar por las voces unánimes que truenan en su corazón, girando, volviendo, llegando por fin hacia aquel primer piso que le costó tanto levantar, cotizando la plancha de ladrillos, el porcentaje del cemento en las columnas y los fierros anchos, pero nada de eso le suscita ni el mínimo recuerdo. Ha olvidado recordar el esfuerzo; sube que invade las burbujas doradas, el hemisferio adormecido y la lengua petrificada balbucea. Olivia tiene treinta y cinco aún, la semana siguiente es su cumpleaños y Gilberto recuerda que esos son días para mantener la fiesta en paz, esboza un mes antes el rostro animado, alegre, pero hay en todo esto un fracaso acumulado. Olivia entonces abre la puerta al fracaso humano, Gilberto con el dolor de su corazón quiere olvidar por completo aquel símbolo que le hace sentir desgraciado, escruta, se justifica, vacila de nuevo, ya tiene el puño al aire y lanza hacia su mujer el primer golpe. Olivia sabe que Gilberto tiene otras parejas. La lógica del hombre es: si él tiene amantes entonces ella también. Después del combate, el niño barre los platos rotos. Gilberto hipando queda seco al borde de una silla, botella en mano. Olivia retira al niño y van a dormir en silencio.
Pronto el niño entra a educación secundaria. A la salida del colegio Mariano Melgar, Carla le espera. Fueron rápido a comprar ropa y vajilla nueva. Al volver, llenos de productos en su mano, Olivia no puede contener más las corrientes tormentosas que han fluido desde que se levantó. ¿Pero por qué no lo dejas si ya sabes que el idiota te hace daño? Y Olivia, que no, amiga, que tengo que soportar esto por mis hijos, para que ellos tengan un padre, y suspira, así son las cosas, pues.
Por otro lado, Gilberto conversa con Estrella un domingo por la noche, lo que no entiende, Gilbertito, es por qué no se queda a dormir con ella, ¿cuándo te vas a separar de tu esposa para quedarte? Si le ama tanto como dice, y Gilberto que no, que me des tiempo, todavía no es momento, tengo hijos que aún son pequeños, no lo entenderían si me voy.
Gilberto es un hombre muy religioso que va a la iglesia todos los domingos por la mañana, oliendo a una ducha reciente después de un desquiciado sábado con sus amigos y Estrella. Después aprovecha parte de su tarde para enseñar a su hijo mayor, Willy, sobre la palabra de Cristo. Willy siempre que va a misa escucha que todos en la iglesia han sentido a Dios alguna vez en la vida, él no, pero lo que si siente son los golpes de su padre cada vez que se escapa de casa y lo encuentran jugando en una cabina o tomando con sus amigos ¡Y Dios dijo, que debes obedecer a tus padres! Willy odia a su padre, pero a pesar de ello sigue asistiendo a la misa los domingos, incluso soportando las burlas de sus amigos. ¿Por qué sigues yendo si tú ni siquiera crees?, le dice José. ¿Quién te ha dicho eso? No sé si no creo todavía. Y José, paras todo el día maldiciendo de tener que ir a la iglesia, no vayas pues, ¡sanazo! Ven con nosotros, Y Willy, ¡no jodas!, es que tengo que ir, mira, aquí entre nos, creo que es mejor creer que no creer, porque así, si me muero un día y todo eso era verdad, mi alma se va a salvar. Lo que pasa es que eres un webonazo, le dice José. Willy se piensa a menudo todo lo que le dicen sus amigos, pero a pesar de que rechaza y que frecuentemente se burla de todas las cosas que le dicen en la iglesia y no sigue ninguna, continúa asistiendo, religiosamente, todos los domingos siguientes.
En el desayuno, ponen las noticias. Familia es asesinada a balazos en su propia casa. Niña es abusada por su tío. Mujer es secuestrada saliendo del mercado. ¡Ay! El mundo está cada vez peor, suspira Olivia. Todo esto no pasaría si tuviéramos a Bukele como presidente, gruñe Gilberto, engullendo un pan con huevo. En estas ocasiones, Willy puede coincidir con su padre y le muestra un video de Bukele disolviendo el congreso y autodenominándose el mejor presidente del mundo. Jajaja, así debe ser, carajo, eso necesitamos en Perú, un líder fuerte que tenga mano dura para los delincuentes y los corruptos grita Gilberto. Los niños ríen, Willy se emociona y Olivia asiente en silencio.
…
La brevedad de esta historia, su cotidianidad, ¿tiene algo qué ver esto el libro El miedo a la libertad? ¿ Los malestares tan normalizados de la sociedad se reflejan acaso en estas situaciones tan conocidas de nuestro país? ¿Todo el mundo quiere alcanzar la libertad? Si nos basamos en panfletos políticos y anuncios televisivos parecería que sí, libertad de mercado, libertad para comprar y vender, libertad de la esclavitud y la servidumbre, libertad de prensa, libertad para elegir, libertad para viajar, libertad para pensar y para opinar, libertad para hacer lo que se te da la gana. La libertad, la autonomía, parecieran tener un valor intrínseco en las bocas de los políticos, de los empresarios, del ciudadano de a pie. Es por eso que, pensar que alguien le podría tener miedo a la libertad, esa que siempre nos es mostrada con un valor intrínseco tan positivo, nos parece loco. A quién en su sano juicio podría darle miedo aquello por lo que todos los días las personas se rajan las vestiduras, aquello por lo que tantos hombres lucharon en las rebeliones de esclavos y en la Revolución Francesa, aquello por lo que hoy en día todos se pelean en los medios. Que si hay o no hay libertad de opinión, que si hay o no hay libertad de protesta, que si hay o no hay libertad de mercado.
En su libro El miedo a la libertad, Erich Fromm pretende ahondar en estas cuestiones y otras más específicas como: ¿Qué es la libertad como experiencia humana? ¿El deseo de libertad es algo inherente a la naturaleza de los hombres? ¿Se trata de una experiencia idéntica, cualquiera que sea la cultura a la cual una persona pertenece, o se trata de algo que varía de acuerdo con el grado de individualismo alcanzado en una sociedad dada? ¿Es la libertad solamente ausencia de presión exterior o es también presencia de algo? Y, siendo así, ¿Qué es ese algo?, ¿Cuáles son los factores económicos y sociales que llevan a luchar por la libertad? ¿Puede la libertad volverse una carga demasiado pesada para el hombre, al punto que trate de eludirla? ¿Cómo ocurre entonces que la libertad resulta para muchos una meta ansiada, mientras que para otros no es más que una amenaza? ¿No existirá tal vez, junto a un deseo innato de libertad, un anhelo instintivo de sumisión? Y si esto no existe, ¿Cómo podemos explicar la atracción que sobre tantas personas ejerce actualmente el sometimiento al “líder”? ¿El sometimiento se dará siempre con respecto a una autoridad exterior, o existe también en relación con autoridades que se han internalizado, tales como el deber, o la conciencia, o con respecto a la coerción ejercida por íntimos impulsos, o frente a autoridades anónimas, como la opinión pública? ¿Hay acaso una satisfacción oculta en el sometimiento? Y si la hay, ¿en qué consiste? ¿Qué es lo que origina en el hombre un insaciable apetito de poder? ¿es el impulso de su energía vital o es alguna debilidad fundamental y la incapacidad de experimentar la vida de una manera espontánea y amable? ¿Cuáles son las condiciones psicológicas que originan la fuerza de esta codicia? ¿Cuáles las condiciones sociales sobre que se fundan a su vez dichas condiciones psicológicas?
Si tratamos de analizar las interacciones de las personas en el día a día y en específico el caso de la familia de Olivia mencionada al principio, podemos observar cómo todos los personajes son desdichados y contradictorios. Olivia sufre porque dice no poder separarse de su esposo “por sus hijos”, Gilberto tampoco quiere separarse por los mismos motivos. Después Gilberto golpea a su hijo para que se comporte porque “Dios dijo que debe obedecerlo”, y Willy a pesar de no estar convencido de su religión, el manifiesta que sigue yendo porque “tiene que ir”. Por último, todos los integrantes comparten sentimientos muy positivos ante la idea de un gran líder que ordene finalmente el país. Si le preguntaran a todos los personajes si es que son libres, quizá digan que sí, y si reconocieran que no lo son, probablemente tampoco querrían hacer nada para liberarse.
La primera capa de sus problemas es de la difuminación de su propia subjetividad y agencia, Olivia no dice decidir quedarse con Gilberto, ni él con ella, porque así lo desean sino porque tienen hijos y por eso “no pueden”, o “tienen que sacrificarse”. No son ellos, son sus hijos. Gilberto no golpea a su hijo ni quiere que lo obedezcan a él, eso es lo que “Dios quiere”. De nuevo, no es él, es Dios. Willy, a pesar de reconocer que no quiere ir a la iglesia, sigue yendo porque “tiene que ir”. Desde sus perspectivas, ninguna de las decisiones que toman son de ellos mismos, siempre es un agente externo a ellos el que decide. Para ser realmente libres ellos tendrían que, primero, tomar consciencia de que son ellos los que deciden todo lo que hacen, no es el deber, ni Dios, ni la patria, ni ninguna otra racionalización. En segundo lugar y el paso más difícil está en encontrar la propia voluntad. Ahora ya sabes que tú decides según tu voluntad, pero ¿cuál es tu voluntad? Esta cuestión tan pesada puede desmotivar a más de uno a seguir buscando su libertad, puesto que para encontrar la respuesta hay que empezar por regresar a los principios de la filosofía, el “conócete a ti mismo” de Sócrates.
Enfrentarse a esta incertidumbre es una de las principales cosas que hacen que surja “el miedo a la libertad”, porque se tiene que hacer un verdadero trabajo constante psicológico y filosófico para poder entrever la voluntad del sujeto escondida detrás de años de influencias externas, detrás de los traumas, detrás de las convenciones sociales, ideas universales, racionalizaciones, etc. Por otro lado, el miedo reside bastante en la posibilidad de errar. La libertad posee una responsabilidad intrínseca, si me equivoco lo que sea que ocurra va a ser mi responsabilidad. Entiéndase por “responsabilidad” la consecuencia directa o indirecta de los actos que realice el sujeto. Si delego, no obstante, esa decisión a alguien más puedo ahorrarme todo el trabajazo de uno, descubrir mi voluntad y dos, de errar terriblemente y cargar con las consecuencias de actuar desde mi propia voluntad.
Pero digamos que seguimos el principio kantiano, “Sapere Aude”, y nos atrevemos a pensar y luego a decidir bajo nuestros propios principios. Probablemente nos equivoquemos bastante, pero por lo mismo aprenderemos bastante. Aun así, la libertad es una pesada carga y es fácil perder el rumbo ¿Para qué uno quiere ser libre en primer lugar? Para Erich Fromm, la libertad se traduce en un espacio en el que el sujeto es permitido de crecer por su propia cuenta, siendo la relación esclavo-amo una de dependencia limitante y destructiva y relaciones como madre-hijo, de dependencia limitantes pero constructivas, porque un bebé no puede cuidarse solo. Señala que la libertad es simplemente algo inevitable en el desarrollo humano, que este se va desprendiendo del cuidado de otros al mismo tiempo que gana independencia, y por tanto libertad y por tanto va creciendo. Luego señala que para seguir creciendo constantemente y ser por tanto siempre libre o cada vez más libre, es necesario crear. Crear lo que sea, en el ámbito del arte de las letras, de las ciencias o las matemáticas, en lo sentimental o lo social, lo importante es seguir produciendo obras, conocimiento, investigación, todo lo que nazca naturalmente del individuo libre, lo va a ayudar a encontrar su camino, siempre que lo haga desde la libertad y la honestidad.
Ya entendemos o tenemos una aproximación de por qué aspirar a la libertad es un impulso natural que sirve al desarrollo del ser humano y de sus capacidades. En la vida personal, eso funciona muy bien, pero ¿No podría existir además una razón por la cual debiésemos aspirar a la libertad no solo como individuos sino también como sociedad? ‘El miedo a la libertad’ se escribe durante el desenvolvimiento del Tercer Reich en Alemania y busca en el fondo encontrar la raíz psicológica detrás de la subida de Hitler al poder y la sumisión del pueblo alemán a la ideología nazi. Hay quienes piensan que los hechos ocurridos durante esta época en Alemania eran malos para los judíos y los opositores políticos del régimen, pero que los alemanes arios que se unían al régimen se vieron beneficiados en gran manera. Si consideramos como beneficio únicamente los puestos de poder y cierto beneficio económico, así como la mera sensación de bienestar, podríamos decir que esta afirmación es correcta. No obstante, si alguien pensara que, durante el Tercer Reich, los alemanes aceptados por el régimen gozaban de grandes libertades, no podría estar mas equivocado. Según el análisis de Erich Fromm, la ideología nazi se fundamenta profundamente en la coerción .
Hay mucho que se puede decir sobre “El miedo a la libertad”, que en lo personal me parece uno de los textos más interesantes que he leído. Existen muchas cuestiones que no he mencionado en esta pequeña reflexión, puesto que el texto habla de muchas más cosas. Se trata de un célebre libro escrito por el psicoanalista Erich Fromm, que junto con ‘El Arte de Amar’ figuran en la lista de los libros que han sido más relevantes para el pensamiento del siglo XX escritos por dicho autor. El Miedo a la Libertad, se escribió en Estados Unidos, mientras se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial y con esta, la subida de Hitler al poder, un momento histórico que, como hoy, genera muchas cuestiones en torno a la libertad. En este libro se toman los temas brevemente desarrollados arriba, así como un análisis sociopsicológico de la historia. Erich Fromm, además de hacer un análisis psicológico de los caracteres individuales de las personas, intenta analizar los caracteres psicológicos predominantes en las poblaciones europeas de distintas épocas y su repercusión en la historia, como en los comienzos del capitalismo y durante la recesión económica que sembró el caldo de cultivo para que apareciera el Tercer Reich en Alemania. Así mismo, dedica unas páginas a hablar sobre el carácter pasivo y el carácter sádico, así como del carácter conformista en la sociedad, y dedica otras a un análisis sobre los caracteres de Hitler y Lutero y sobre la ideología del nazismo y por qué caló tan fuertemente en la Alemania de 1939. Por último, habla sobre el pensamiento libre y sobre las situaciones económicas que podrían generar caracteres propicios para la aparición de un régimen similar al nazi. Si nos interesa entender la búsqueda de la libertad, la psicología detrás de la búsqueda de un líder, el pensamiento nazi y un poco de historia sobre el capitalismo y el Tercer Reich en Alemania, si se le quiere dar una oportunidad al psicoanálisis o si solamente se quiere uno divertir leyendo sobre los traumas de Lutero y Hitler con sus viejos y cómo eso construyo sus caracteres, recomiendo que puedan leerlo ustedes mismos.