CARTA A UN PERUANO-JAPONÉS

Noviembre. 2021. 

Querido ingeniero: 

¿Cómo va Barandillo? 

Me gustaría comenzar con un análisis antroponímico de ti, siempre me ha parecido absurdo la poca curiosidad que hay en las personas por el significado de sus nombres: «Alberto» es de origen germano, significa algo así como «el más noble» —guárdome mis comentarios—. La etimología de «Fujimori» es «bosque de glicinas», la «glicina» es un árbol de hojas color rosa. La cultura japonesa respeta hasta a los árboles, se ponen los nombres de estos y los usan orgullosos. Mira tú, bonito es el nombre que te pusieron, lleno de significado, “noble bosque de glicinas”, ¿por qué no te correspondes a él? 

¿Qué pensaste al candidatear contra Vargas Llosa? Es como si en esa época, ya a tus 52 años, mientras revisabas exámenes en la Agraria, hayas sido presa de una crisis existencial y te preguntaste si alguien te recordaría, si trascenderías. Entonces se te ocurrió la genial idea de perpetuar tu apellido mediante el ejercicio de la política, y ser presidente no te bastó, maquillas la situación del país, te autogolpeas, la gente te apoya, la haces linda, te haces tu propio congreso, te vistes de mesías, te acreditas logros falsos, te escribes tu propia constitución, te haces tu ley, en tu DNI figura: Fujimori, rey del Perú

Y yo entiendo a la gente, como consecuencia de la selección natural, témese a lo nuevo, tal palabra se vuelve sinónimo de peligro, los humanos cuando logran algo firme a lo que asirse ya no quieren soltarlo, ¿por qué lo harían? ¿Te imaginas tú unmundo sin todas las máquinas que nos permiten estar conectados con el mundo? ¿Cómo sería el mundo sin los estímulos que tanto nos distraen? ¿Enloqueceríamos o tomaríamos más atención a nuestros problemas? 

Las características que nuestra sociedad desarrolló como efecto de la historia tú, las utilizaste en nuestra contra, en tu juego de poder, te aprovechaste de nuestro conformismo arraigado, de nuestra falta de imaginación, de nuestra capacidad de sufrimiento, el shock era ya inevitable; no obstante; en nuestra desesperación y facilismo, aceptamos tus mentiras, y las celebramos. 

Y aún estando tu preso, yo tengo que lidiar con tu basura, nos hundes la barra de la corrupción, cada vez se encuentra más y más al fondo, cada vez es más difícil de sacar. Tus hijos son un problema —¿tus nietos también lo serán?

¿A quién culpo? 

Luego tus escándalos: Quién sabe a dónde fueron a parar esos mil cuatrocientos millones; geishas demócratas; vender armas a terroristas; encontrarte 165 kilogramos de cocaína; narco-estado; problemas maritales; llamar a César Nakazaki para tu defensa; postular al senado de Japón; el SIN; el GEIN; masacres; sigues la lógica de “sin pobres no hay pobreza”; Programa Nacional de PlanificaciónFamiliar; jueces puestos a dedo… 

Yo me imagino que ha de sentirse un poquito feo que te digan «Chino» cuando enrealidad tu ascendencia es japonesa ¿no?

Entonces enriqueces nuestro vocabulario, nace la «fujimorada», «kuchimori», «meter la yuca». Tu nombre se hace signo de inmoralidad, cuando en realidad tu nombre significa etimológicamente todo lo contrario, representas la corrupción, y estas metido en todo lo que se supone tiene que ser justo, nos lanzas a tus hijos, nos contagias de tu enfermedad, nos contagias de ti. 

Todo está mal, de cierto modo te odio Fuji; pero más odio lo que te empujó a ser lo que fuiste, más odio llegar a ser como tú, tus actos me han generado un perjuicio, quiero entender, buscarle un sentido, una explicación razonable; no obstante; pareciese que todo lo que descubro está encomendado a llevarme la contra, a hacerme sentir mal, busca perderme, busca mi perdición. 

Tener este aspaviento me tortura, prestarte atención es un sacrificio, un acto de dolor, ¿por qué ocuparíame en saber sobre lo que ya se sabe? Basta salir a las calles para ver cómo están las cosas. Y es ahí donde llega mi colapso mental matutino. Para alegrarme trato de comer algo rico; pero incluso la comida ya no tiene sabor, se ha vuelto sosa, y me irrito, grito, doy golpes a mi cuaderno, hago garabatos, invento palabras para injuriarte, siento el hartazgo, con mi pobreza no se me permite estar tranquilo, recuerdo las veces en las que vivía en paz, cuando sabía menos, cuando leía menos, cuando sólo éramos mis carritos, yo y la tierra. 

Juegas con mis emociones, con mis pensamientos, con mi consciencia. Odio que quieras mercantilizar todo, cada esfuerzo mío lo conviertes en una forma de oprimirme. Odio que para vivir tenga que dar de comer de mi cuerpo al sistema. Se me pide que no contamine; pero todo lo que venden aquí está forrado de plástico, si quisiera que mi contaminación fuese de cero, tendría que suicidarme. Se me obliga a mutilarme, ¿cuál es la razón? ¿Darnos el gusto de comer carne? ¿El gusto de poder usar el microondas? ¿A qué costo? 

La comedia ayuda, hacemos bromas sobre tu nombre, te has vuelto un chiste malo, ya estas viejo, a punto de cumplir 85, es irónico que tu cumpleaños sea el mismo 28 de julio, es como si estuviéramos obligados a recordarte, es como si fueras nuestra maldición. Ya no eres capaz de subirte a ese tractor —¿o sí?—. Ya no eres capaz de gritar «¡soy inocente!» —¿ o sí?—. Haber di «disolver». Honestamente, estoy aburrido de ti, ¿ya muérete no?

El mundo se mata a sí mismo para obtener un placer vacío e insostenible, existe una tendencia obsesiva al dolor, somos masoquistas. 

Y todo el dolor que albergo no me permite vivir como debería, solo me queda dejarlo desvanecerse, me calmo, leo un poema, la comida vuelve a tener sabor, las películas se hacen entretenidas. Estar con este sufrimiento es autodestructivo, insano, inhumano, me come vivo. 

Te perdono; pero igual te espero en el infierno. 

Con afecto. Se despide una de tus creaciones. 

Posdata: Y por favor, no llames amor a tu hipocresía.

Keen Ferrer Quispe

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