PRESENTACIÓN

¡Estamos de vuelta!

Tras una larga pausa, la Asociación Cultural Búho Rojo presenta con agrado el tercer numeral de la revista La Lechuza con el tema “Género y Mujer”

La elección del tema para este ejemplar se debe no sólo a la sempiterna importancia de visibilizar, debatir y poner sobre la mesa la problemática de la mujer, el género y las diversidades históricamente invisibilizadas, oprimidas y negadas por el patriarcado y la heteronormatividad que se impone como modelo neutral, objetivo y único en el imaginario colectivo; y tampoco se debe únicamente al interés genuino que los miembros de la Asociación compartimos con este tema en particular; ocurre meramente que hemos notado que en los últimos años ha aparecido una tendencia generalizada hacia una cultura del machismo, la misoginia, y el odio contra todo movimiento a favor de los derechos de las mujeres y diversidades que ha venido esparciéndose desde el internet y las redes sociales, así como desde ciertos medios de comunicación a través de todo el globo, golpeando también a nuestro país que tiene ya de base una tendencia fuerte hacia el tradicionalismo y el conservadurismo que podemos atribuir a los siglos de dominación española y la ausencia de verdaderos independentistas en nuestra historia.

Como personas interesadas en las letras y las humanidades reiteramos nuestro compromiso con la igualdad, la práctica del libre pensamiento y la libertad en todas sus formas y para todas las personas independientemente de su nacionalidad, sexo, género, orientación sexual, identidad sexual, origen, raza, identidad étnica, elección religiosa o espiritual y todo tipo de particularidad en ese orden. Y consideramos que la llamada “Batalla cultural”, declarada por personajes nefastos como Agustín Laje, y llevada a la política por Javier Milei, son un ataque abierto y descarado en contra de estas libertades que defendemos. En ese sentido, la lucha por mantener los derechos que el feminismo ha conquistado a través de los años no es ya meramente una lucha que compete únicamente a las mujeres o a las mujeres feministas y las diversidades; es un tema que compete a la libertad de la humanidad en su conjunto (o cuanto menos, la poca que aún mantiene); en ese sentido, el feminismo ahora mismo toma, más que nunca, un carácter de resistencia en un mundo que busca ser invadido por los defensores y apologistas de Franco, Hitler y Mussolini, algunos de los cuales hoy ya se sientan en sillones presidenciales. Quizá esta posición pueda parecer controversial para algunos, pero es necesario que se reitere la importancia de la defensa de la democracia, palabra que ha sido utilizada por tanto tiempo de una manera tan indiscriminada que ya parece haberse degradado y perdido su significado original y se nos aparece como envilecida y corrupta. Es necesario, entonces, que se refresquen los conceptos y nos preguntemos nuevamente ¿Por qué es importante la democracia?

Quizá hoy muchos de sus defensores podamos pensar que la democracia es importante porque solo a través de la democracia podemos conseguir garantizarnos a nosotros mismos y a los demás, libertades y derechos que a la vez sean garantía de la igualdad social. Sin embargo, Hannah Arendt, en su libro ¿Qué es la Política? Menciona que, en la antigua Atenas, la primera de todas las democracias, el fundamento de la democracia no se encontraba en ningún fin externo a ella puesto que participar de la democracia significaba ya la libertad en sí misma, pues solo el hombre libre podía ser partícipe de esta. Libre tanto en el sentido de que era libre del trabajo doméstico que era delegado a los esclavos y también, precisamente, a las mujeres, como libre de salir de su espacio privado para exponerse a un espacio público en donde su seguridad no estaba garantizada y suponía a su vez un riesgo que requería no temer demasiado a la muerte. Participar del mundo público, no temer demasiado a la muerte, y no limitarse a estar encerrado en el espacio privado eran cualidades del hombre libre, opuesto al “idiota”, acepción despectiva hacia las personas que no participaban de los asuntos públicos.

¿Y libre para qué? Para hacer, en parte, pero sobre todo para dialogar y, a través del diálogo, participar de los eventos del mundo, de la política y de la democracia. En ese sentido, la libertad más importante para la democracia ateniense no era la libertad de “hacer lo que se me da la gana”, la más importante era la libertad de expresión, entendida no como “decir lo que se me da la gana” nuevamente, sino de decirlo utilizando la razón. Diálogo es una palabra que viene del griego “logos” que significa a la vez comunicación y razón. Los bárbaros, para los griegos, eran llamados así no únicamente por xenofobia ciega, sino también porque se aludía a que carecían de democracia porque tenían un idioma que les impedía dialogar entre iguales y con razón*. De esto se deduce que, para poder tener una libertad de expresión, era necesario que existieran otros iguales a uno tanto en libertad como en razón para ser capaz de dialogar. La democracia tiene entonces, como implicancia intrínseca, la igualdad de todos los ciudadanos, reflejada en una palabra considerada bella por muchos antiguos, isonomía. En ese sentido, el esclavo no solo carecía de libertad de acción, pero también de libertad de voz y por tanto de voto, porque, estando prisionero del amo, su voz no sirve sino para obedecer, y así mismo el tirano, que gobierna solitariamente sobre los demás, carece de libertad, pues nadie es igual a él y todas sus palabras son órdenes. Solo entre hombres libres e iguales en condición y capacidad podía, por tanto, existir la democracia. Así, la democracia es, en sí misma, libertad e igualdad.

A partir de esto, no solo podemos aventurarnos a afirmar que cada vez hay en el mundo más idiotas, si nos basamos en el individualismo creciente como base para dicha afirmación, sino también, que las mujeres han sido, a través de muchos siglos, condenadas a la idiotez. Después de la caída de la monarquía, y la instauración de las primeras democracias e intentos de Repúblicas, es bien sabido que, en un principio, solo los hombres adultos libres, alfabetos y con propiedad eran capaces de votar y participar de la democracia y que solo a partir de distintas luchas sociales y obreras, la democracia occidental se ha, a su vez, democratizado al eliminar la esclavitud y otras formas de opresión como la servidumbre e incluirse en el sufragio a los hombres sin propiedad, los hombres no blancos, los analfabetos, y también a las mujeres. Si bien la mujer obtuvo el derecho a sufragio en Europa por primera vez a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, (en el Perú este derecho se consiguió recién en los 50s) este solo fue válido para la mujer rica y educada, una evidente minoría. Así mismo, esta no era realmente libre pues su participación en el mundo público y por tanto en la democracia estaba aún notablemente limitada por sus responsabilidades en el mundo privado. Es recién a raíz de la aparición de los anticonceptivos y de la planificación familiar que las mujeres han podido, por primera vez en la historia, disponer de libertad material y de decisión sobre su propio cuerpo y sus futuros para participar con verdadera libertad en el mundo público y en la democracia y por cuya causa ha logrado ser cada vez menos idiota.

Por los motivos dichos, podemos concluir que la lucha feminista por la emancipación total y real de la mujer es finalmente, una lucha obstinada, acérrima, encarnizada y quizá fanática, contra la idiotez, en el sentido griego, tanto del hombre como de la mujer y de cualquier otra disidencia que, por su condición o decisión sexual o de género, se ve expulsada del mundo público. Y ¿Quién mejor para luchar contra dicha idiotez que el cuerpo académico dedicado a las letras y las humanidades?: La imprenta que llevó a la libertad de expresión a nuevos horizontes y permitió el comienzo del final de las monarquías absolutistas hace ya dos benditos siglos. Es por todos estos motivos, en definitiva, que decidimos dar oportunidad a este tema para nuestro tercer tomo. En un mundo en el que la mujer no solamente es negada de elegir sobre su propio cuerpo y futuro, sino también de todos los medios para siquiera atreverse a soñar en tener cierta libertad sobre sí misma y sobre el espacio público, si se le niega la educación, la voz, el voto- como ya quieren hacer ciertas corrientes conservadoras en Estados Unidos- si las mujeres y las diversidades son negadas de acceder al libre uso del espacio público, si son silenciadas y asesinadas, si por levantar su voz corre en riesgo su vida misma, no va a haber futuro ni lugar para la verdadera libertad, la verdadera igualdad ni la verdadera democracia.

Atenea Maúrtua.

*Todas las civilizaciones en la historia han construido su propia identidad en oposición a lo otro “soy esto, porque no soy lo otro”. En ese sentido, el desprecio que deben haber tenido contra los bárbaros que nos parece absurdo en los tiempos globalizados en los que vivimos, se expresaba en creencias como la dicha, que los bárbaros estaban impedidos de hablar racionalmente porque su idioma era “atrasado”, “no racional”, y por tanto vivían en tiranías.  Independientemente de la veracidad de este alegato contra los llamados “bárbaros”, que lo más probable es que sea producto de un prejuicio, quedémonos con la idea que los griegos tenían de sí mismos al oponerse a estos.

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