Por Alexander Mateo.
Importancia.
Escrita a modo de suspenso, con técnicas conocidas actualmente como los flashbacks, falsas pistas, mudas narrativas, etc., hace que lector rescate la importancia de una de las historias más asombrosas e intrigantes que se hayan escrito en la literatura griega y universal. El argumento de Edipo Rey ha sido punto de controversia de muchos críticos. El destino, la verdad, la culpa o responsabilidad son temas que giran alrededor de la obra. Por eso, no llama la atención saber que ha sido objeto de estudio por muchas disciplinas. El fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, utilizó la historia de Edipo a modo de metáfora para explicar una parte fundamental de su teoría sobre el desarrollo psicosexual: el complejo de Edipo. En las obras de teatro, ha sido estudiada por su estructura, los diálogos, el enfoque de diferentes temas en una sola historia, etc., además ha sido utilizada como ejemplo por muchos escritores para explicar la teoría de la catarsis: entre ellos tenemos a Aristóteles en su “Poética”, Friedrich Nietzsche, en “El nacimiento de la tragedia” y Bertolt Brecht, en su obra “Teatro épico” (Castellón, 1997). En filosofía, su relación con la obra es más directa, ya sea por lo existencial y fatalista del destino, o preguntas como: ¿Podemos escapar de nuestro destino? ¿Es mejor vivir una mentira que afrontar la verdad? ¿Podemos encontrar un equilibrio entre lo que debemos saber para vivir y lo que no debemos saber? Todas estas preguntas llegan espantarnos al involucrarnos — algunos bien comprometidos— en el quehacer filosófico que tanto creemos esclarecedor y edificante en un principio.
Resumen.
La obra comienza con una plaga que azota Tebas. Edipo, protector de esta ciudad, hace lo posible para saber la razón de este azote. Le dicen entonces que el asesino del anterior gobernante anda suelto y esa es la razón de la peste. Creonte le dice que Layo ha sido asesinado por muchos y no por uno — acá primera falsa pista—. Luego de traer a Tiresias, este le revela que el mal que azota la ciudad de Tebas es su misma existencia. A esto, Edipo lo niega y lo acusa, llamando después a Creonte y creyendo que estos dos conspiran para tomar el poder. La historia aquí da un giro de tuerca hacia un drama de guerra y política. Yocasta intrigada por la súbita discusión entre Creonte y Edipo, hurga en el asunto y conversa con Edipo. Él concluye que posiblemente haya sido todo este tiempo el verdadero asesino de Layo. En el monólogo de Edipo nos enteramos de esto: “en un banquete, por un hombre que había bebido demasiado” le llamó a Edipo hijo supuesto, lo que quiere decir adoptado. Este pregunta a Póbilo, su padre, de aquella sospecha, lo cual lo niega. Pero aquello continuó mortificándole al punto de ir a Apolo para saber la verdad de su origen. Apolo le dice esto: “un terrible, horroroso vaticinio, que había de dormir con su madre y poner ante los ojos de los hombre una raza execrable, y que luego había de matar al padre que lo engendró”. De modo que se da la fuga a escondidas, para evitar este espantoso destino, y en el camino, camino el cual Yocasta describió donde el rey Layo había sido asesinado, Edipo da muerte a todos, cumpliendo la voluntad que tanto quiso evitar Layo. Él había también escuchado lo mismo y por eso dejó su hijo en un monte. Un pastor lo recogió y lo llevó a Corinto, entregándole al rey Pólibo y su esposa Mérope, quiénes crían a Edipo como si fuera su propio hijo, ya que ambos no tenían hijos propios, razón que nunca se especifica, quizá primeros indicios de infertilidad (La adopción a Edipo cuadra con el contexto de esa época , ya que la descendencia era muy importante y la esterilidad podría conconsiderarse castigo de los dioses). El mensajero que va a traerle noticias sobre la muerte de su padre, el rey Pólibo, le revela que no tienen ningún vínculo de sangre con Edipo. Debido a que el mensajero, en ese tiempo era pastor, y en las montañas, un hombre —el criado, como se conoce en la obra—, de la gente de Layo, le entregó a Edipo. El mensajero después acusa a Yocasta de saber más, a lo que Yocasta responde: “¿Qué importa, de quién hable? No hagas caso de todo esto; lo que se ha dicho, créeme, no tomes el vano trabajo de recordarlo” Y después dice: “No, por los dioses, no. Si algo te importa tu vida, no indagues más. ¡Bastante sufro yo!”. Traen al criado y este reconoce al mensajero y a Edipo. La misma Yocasta entregó a Edipo al Criado para hacerlo desaparecer, razón: angustiada por funestos oráculos. Con toda esta evidencia, se prueba que Edipo mató a su padre y se acostó con su madre. Finalmente, las especulaciones son ciertas y quitándose la vida, primero, su madre y esposa, Edipo después decide clavarse los ojos con el broche de su amada y haciéndose desterrar por Creonte. Antígona e Ismene, sus hijas, quedan al cuidado del cuñado.
Una posible interpretación
Una rápida interpretación de la historia clásica, desde una mirada moderna, es la del hombre incapacitado a conocer los verdaderos hilos y tramas que conspiran en contra o favor de nosotros, por lo cual el azar y lo espontaneo prima sobre la razón y lógica de un sistema abierto e, incluso, cerrado. Podría concluirse rápidamente en la sentencia de: “la realidad siempre nos termina superando”. Sin embargo, hay algo más en lo que respecta a la relación del hombre con su mundo exterior. ¿Lo llega a comprender del todo? ¿Si la desgracia está marcada, incluso antes de nacer?: ¿seremos capaces de huir de ella, o al menos al reconocerla podremos desviar sus intenciones o advertir febriles de espanto y palpitando un sudor inconmensurable, el destino soterrado como un huracán sobre el horizonte? A este último hecho hay que agregarle lo interesante: Edipo no muere. No sólo no muere, sino se quita los ojos para no ver, pues lo único que ha logrado comprender, entre flexibles diálogos, rumores, silencios, cantos del corifeo y precipitados parentescos, es la nulidad de sus conocimientos. El origen vertiginoso de su existencia. Esta ceguera es autoimpuesta —acaso en el mejor de los casos, imitando a Tiresias, el ciego clarividente que revela esta tragedia— le acompaña has ta los últimos días de su muerte. Por otro lado, el argumento central de esta tragedia es el incesto. Aquello roza el tabú cultural. “El incesto nos lleva a la noción de lo idéntico”, casi un deseo de inmortalidad que muchas culturas han manifestado; y para entenderlo mejor, Françoise Héritier planea que “los hijos es una creación particular en la medida en que la supervivencia del progenitor tiene lugar en otro, al precio de su propia muerte, su propia destrucción”. Dos soluciones de este deseo se ha visto en Edipo, expuesto “a fin de conjurar la muerte”, o el de Cronos: “que come a sus hijos a medida que los engendra con el objetivo de cortar la huida del tiempo y de eludir la muerte” (Morales, 2023). Tomando esto en cuenta parece que el castigo no sólo es lo cultural, el castigo divino también es impuesto en forma de plaga, no sólo por el asesinado de Layo, sino además por todo lo que eso implica. Concluyendo que el inevitable incesto y parricidio, ha sido una vil ironía de los dioses que Edipo, hombre de bien y justo gobernante obsesionado con la verdad “protector de Tebas, además” ha tenido que pagar.

Bibliografía:
Héritier, F. et al (1995). Del Incesto. Buenos Aires. Ed. Nueva Visión.
Marcela, M., & Loo, M. (n.d.). El Incesto: Consideraciones Psicoanalíticas. Psicopolis.com. Retrieved March 22, 2023, from https://www.psicopolis.com/psicopedia/lacanincesto.pdf Hocevar, Drina, et al (2008). Acercamiento existencial al análisis de Edipo Rey de Sófocles. Ed. Universidad de Los Andes. Castellón, L. H. (1997). Edipo Rey, de Sófocles, y la catarsis. Pensamiento.



